viernes, 13 de junio de 2014

Guerra Mental después de ti.

Una vez fui yo siendo otra,
la tuve entre mis brazos,
la vida.

La besé en las noches que
no me esperaba,
le conté mis verdades
y fuimos mentira.

No éramos nada pero
podríamos haber dado
la muerte la una
por la otra,
la quería y le quiero,
la vida.

Nos desenamoramos,
cogimos un billete de ida y
el avión se volvió libro,
y fuimos sin nosotras,
como nunca.

Como nunca imaginamos,
con los besos puestos en el cuello,
apretando los dientes,
formando parte de juegos,
de barras de bar, de copas,
de copas de vino,
de copas de más.

Y nos olvidamos.
Ella a patadas y yo a nostalgias.

Me fui a la guerra con el
corazón entre tinieblas y
me hice de nuevo con ella,
con la vida.

Volví, dejé mi casa,
olvidé a mi suerte y la
encontré a ella que era
la suerte más dura que
había conocido nunca
porque se podía tocar.

La quise a vivir y ella me
quiso a días, le describí mis
noches y fue la única que
me descubrió mis sueños,
nunca nadie.

Era diferente, diferente
de esas que te besan y
te bajan al infierno,
de las que al sonreír
te hacía disfrutar.

Tenía la valentía en sus letras
y el brillo en el centro de su ombligo,
de mis piernas.

Casi todo era nada y
ella era casi invencible.

La rescaté de la Tercera Guerra
Mental pero ella volvió
a los suburbios.

Y entonces, sin quererlo,
yo también la olvidé,
y lo hice como lo habían hecho
conmigo antes, a patadas
-que es como se olvida a
quien no te merece-.    

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