domingo, 10 de agosto de 2014

Las letras están para contarlas.

Olvidas que una vez te quise
como si fueras la última
y que me vendiste
en la tercera noche,
no llevabas nada suelto
y siempre te gustó
improvisar.

Tenías la cobardía
de una docena de niños
mirando de reojo a sus padres
cuando, por consecuencia,
sabían que merecían
un castigo.

En la espalda tres letras
y un camino con excusas.

Un pasado en la cartera
y un sobre sin recuerdos.

Tenías al miedo tiritando de mentiras,
la mente en off y palabras que
parecían ahogarse cuando leías poesía.

La inocencia del esclavo,
la sangre de la guerra.

Una despedida entre las manos
que el cartero no me hizo llegar.

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