Ella
es mía y del mundo,
me
gusta sentirla libre,
que
cuando me de la espalda para dormir sepa
que,
inmediatamente, voy a abrazarla,
a
besarle la brisa de su pelo,
a
escucharla reír en sueños y a afrontar
una
vida llena de derrotas a su lado,
que
tenga la certeza de que voy
a
confundirla con cualquiera
pero
que nunca dude de que voy a
esperarla
cada mes de cada año,
como
si al respirar ella fuese el aire
y
al llorar la sal fuesen sus manos.
Quiero
que ella sepa que soy infierno
pero
que voy a desnudarle los ojos
cada
vez que quiera huir de mi lado.
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